diumenge, 24 de maig del 2009

CERRANDO CAPÍTULOS


Me despido antes de tiempo de mis compañeros de clase. Ya tengo la bolsa preparada, la improvisé cinco minutos antes de salir de casa; el material de jugar, un par de camisetas, ropa interior justa y poca cosa más. Salgo de la facultad en manga corta, hace un calor incluso exagerado por el mes que estamos, el sol calienta el ambiente. Lejos quedan esos días grises de invierno pasados por agua. Enciendo el motor de la moto, me pongo el casco y la chaqueta paraviento y me dirijo de nuevo a coger la autopista dirección al aeropuerto. Allí, subiré a un avión de nuevo que me llevará a Roma como casi cada fin de semana de lo que llevamos de 2009. Pero esta vez, es diferente a los otros. Se trata del enésimo viaje, del fin de un ciclo establecido por el cierre del campeonato italiano de hockey. Además veré a mi amigo Santi coincidiendo que su equipo de Pisa juega el partido anterior al nuestro en el mismo campo. Lo llamaré cuando llegue. Suena el teléfono, mi madre quiere saber si ya estoy volando, le cuento que llegaré a eso de las 8pm a la capital italiana y en la estación de Termini me encontraré con Santi. Me despido y le recuerdo que volveré el domingo a media tarde, les deseo un buen fin de semana.


Tomo el café con leche que se ha convertido ya en una rutina casi obligada antes del vuelo, repaso la agenda, leo algunas páginas de apuntes y llega la hora de embarcar, con un poco de retraso ésta vez. Cómo en cada fin de algo me siento más pensativo que nunca, reflexiono sobre la experiencia, sobre como me ha ido y si le hubiera podido sacar aún más provecho, medito sobre que haré después del verano con el hockey…me pierdo entre estos pensamientos con los ojos abiertos y atento a todo lo que sucede a mi alrededor. Me fascinan los aeropuertos, la gente nerviosa corriendo por los anchos pasillos, las voces que se oyen constantemente en megafonía, las faldas de las azafatas de vuelo y el compás de sus pasos, las pantallas luminosas indicando los centenares de itinerarios que ese mismo día realizaran miles de personas, las boinas de los pilotos y sus miradas perdidas, los cristales que me separan del grande rellano dónde se encuentran los aviones, las tiendas Free Tax y las librerías con todas las revistas y libros del momento… Sigo observándolo todo como si fuera un niño recién nacido, con los ojos bien abiertos y sorprendiéndome de todo eso nuevo que estoy conociendo. Todas estas personas se encuentran aquí por lo mismo, les espera un viaje hacia otro lugar. Y aquí, es cuando vuelvo a perderme y a fantasear sin que nadie que me esté viendo pueda imaginarse lo más mínimo. Sigo físicamente en la cola del vuelo de las 17.50 a Roma pero mi cabeza viaja por todo el mundo al lado de todas aquellas personas que me rodean. Esa madre con los dos niños pequeños debe estar esperando a su marido que ha ido al baño para volver a su casa en Dusseldorf; ese hombre del maletín marrón debe tener una reunión de negocios importantes en algún hotel lujurioso de Madrid, y esa pareja de bajitos morenos de pelo negro seguro que se van a reencontrar con su familia a Venezuela o en algún país vecino, pero…y esa chica morena de allí ¿dónde irá? ¿se sentará a mi lado en el avión? ¿Qué libro estará leyendo? Me gustaría conocerla, seguro que me contaría cosas interesantes sonriéndome con esos maravillosos labios rojos y esos dientes color nieve… la documentación por favor. No! Ésta chica simpática de pelo rubio ha interrumpido el inicio de una bella historia y ni siquiera se da cuenta. Subo al avión alejándome de aquella jovencita que nunca más veré, ni jamás sabré si se ha percatado de mi presencia, ni conoceré el titulo de aquél libro.

Son las ocho, un fin de semana más en Roma. Llamo a Santi para comunicarle que nos encontraremos en Termini para ir a comer unas pizzas y a tomar cerveza. Bajamos la calle Cavour y le enseño los sitios que frecuentaba el año anterior durante mi larga estancia en la ciudad, él me cuenta su experiencia en la Toscana y se le ve contento. Me alegro por él. Son casi las doce y nos apresuramos a coger el metro, pasaremos la noche en casa de mis compañeros de equipo y la mañana siguiente le llevaré a desayunar a la panadería de un conocido cerca de casa.


Ya por la tarde, antes de empezar mi partido, Santi me advierte que se vuelve con su equipo para Pisa, no tiene mucho dinero y tiene planes para esa misma noche. Me despido de él y me dispongo a jugar. Terminamos uno a uno, concluye la temporada, el resultado final no es precisamente bueno pero ya hacía semanas que nos veníamos preparando. Volvemos a casa y planeamos la noche. Cenaremos en una trattoria en el antiguo barrio del Trastevere con María, Rosa, Giuliano, Gabriela, Thomas y Matías y luego buscaremos algún local dónde tomar unas copas y terminaremos la fiesta en el Circolo degli artisti, dónde trabaja Giuliano, aunque está noche estará con nosotros fuera de la barra después de sufrir un accidente de moto antes del partido esa misma mañana. Hago sorbos de melancolía pensando en el fin de esta buena etapa pero bailo alegremente con mis amigos sabiendo que nada termina aquí, cierro un capitulo más del libro pero aún quedan demasiadas páginas por escribir…


Juego de reflejos en el tren del aeropuerto hacia el centro de Roma (el interior y el exterior)

Parada de metro de Termini a última hora

3 comentaris:

  1. Realment m'has fet plorar. M'encantaría portar-te un dia a l'aeroport i fer allò que et vaig dir que faria un dia: pujar el primer vol q es comuniqués pels altaveus.

    m'acompanyaries?
    podria ser Australia..qui sap...

    "No me acuerdo de olvidarte."

    ..O quizás este escrito....

    GOOD LUCK

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  2. Acabes un capítol i ja n'obres un de més gran, molta sort Albertillu!

    I recorda que el dia que per fi ens tornem a trobar tenim molts projectes pendents..

    un baciOne dall'Italia
    Are.

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  3. Aquest text sempre m'agradat!
    No sé perqué però ets tu totalment!
    Mare meva, quin canvia tant bestia has fet Albert!!

    Sempre a millor,spero que aixo seguiexi igual:)

    Clara

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