Mi primer pequeño viaje desde que llegué a Melbourne a principios de junio ha sido en la Sydney. No tuve muchos días para disfrutar de la ciudad pero el suficiente para hacerme una ligera idea de cómo se vive en la ciudad más cosmopolita de Australia. Viajé con Jan, un amigo catalán que está jugando en el mismo equipo que yo y nos alojamos en casa de Cristian, otro amigo de Barcelona que está viviendo en Sydney por unos meses. Los tres, perdiéndonos el verano español a costa de conocer un pedazo de éste gran continente.
Llegamos un domingo al mediodía y aprovechamos lo que quedaba de sol para conocer el centro de la ciudad y ya vimos aparecer la luna en el muelle, justo enfrente de la fabulosa arquitectura de la “Opera House” agarrando un par de cervezas. Pusimos el punto y final a la noche en un bar relativamente cerca de la casa dónde nos hospedábamos, no precisamente cerca del centro.
El día siguiente tocaba una jornada de playa en “Bondi Beach”, conocida por su belleza y por la práctica de surf en sus animadas aguas. Vimos pasar el tiempo al ritmo de sus rompientes olas y aprovechamos para sacar algunas de las mejores instantáneas del viaje. Ya por la noche, cenamos un jugoso filete acompañado al gusto de cada uno, por la módica cantidad de 6 $, casi una hazaña cenar por este precio en Sydney.
Aún con ganas de aprovechar el sol y los grados de más que teníamos Kms al norte de Melbourne, nos desplazamos en ferry, el martes por la mañana, a la playa de “Manly Beach”. También vimos sus aguas pobladas de surfistas y caminamos por el paseo que va de punta a punta de la playa. La vuelta en barco hacía la ciudad fue mejor que la ida, pues el momento del día nos regalo una espléndida puesta de sol que le daba un toque especial a la parte de Sydney que veíamos desde el mar. El puente parecía arder bajo las llamas del sol.
Nuestra última parada antes de regresar a Melbourne fue seguramente la más inesperada, las “Blue Mountains”. Tomamos un tren el miércoles por la mañana que nos dejó al cabo de un par de horas en un pueblo de montaña dónde se respiraba naturaleza pura. Desde la estación, un viejo autobús nos acompañó a los puntos más sugerentes de la zona mientras un simpático conductor narraba lo que íbamos viendo con algunos toques de humor australiano. Posiblemente, uno de los mejores paisajes verdes que mi memoria recuerda. El infinito parecía terminar allí, al final del último árbol que podíamos vislumbrar.
Llegamos un domingo al mediodía y aprovechamos lo que quedaba de sol para conocer el centro de la ciudad y ya vimos aparecer la luna en el muelle, justo enfrente de la fabulosa arquitectura de la “Opera House” agarrando un par de cervezas. Pusimos el punto y final a la noche en un bar relativamente cerca de la casa dónde nos hospedábamos, no precisamente cerca del centro.
El día siguiente tocaba una jornada de playa en “Bondi Beach”, conocida por su belleza y por la práctica de surf en sus animadas aguas. Vimos pasar el tiempo al ritmo de sus rompientes olas y aprovechamos para sacar algunas de las mejores instantáneas del viaje. Ya por la noche, cenamos un jugoso filete acompañado al gusto de cada uno, por la módica cantidad de 6 $, casi una hazaña cenar por este precio en Sydney.
Aún con ganas de aprovechar el sol y los grados de más que teníamos Kms al norte de Melbourne, nos desplazamos en ferry, el martes por la mañana, a la playa de “Manly Beach”. También vimos sus aguas pobladas de surfistas y caminamos por el paseo que va de punta a punta de la playa. La vuelta en barco hacía la ciudad fue mejor que la ida, pues el momento del día nos regalo una espléndida puesta de sol que le daba un toque especial a la parte de Sydney que veíamos desde el mar. El puente parecía arder bajo las llamas del sol.
Nuestra última parada antes de regresar a Melbourne fue seguramente la más inesperada, las “Blue Mountains”. Tomamos un tren el miércoles por la mañana que nos dejó al cabo de un par de horas en un pueblo de montaña dónde se respiraba naturaleza pura. Desde la estación, un viejo autobús nos acompañó a los puntos más sugerentes de la zona mientras un simpático conductor narraba lo que íbamos viendo con algunos toques de humor australiano. Posiblemente, uno de los mejores paisajes verdes que mi memoria recuerda. El infinito parecía terminar allí, al final del último árbol que podíamos vislumbrar.
muy buena crónica de tu jornada por sidney!
ResponEliminaya empiezas a redactar como un periodista de verdad(ironia)
espero q sidney no te haya defraudado y q tu proximo peqño viajecito por sta maravillosa y grandiosa isla sea a Queensland!!!
cuida't vividor!!
(per cert,per casa tot igual...nosé si saps el q em refereixu)
sonrisassss^^
Bones !aquest setembre marxo a sidney , només veien aquestes magnífiques fotos ja mha entrat el subidon! m'ha agradat molt la música de qui es?
ResponEliminaGemma
Sidney t'agradara? Es una ciutat molt maca per visitar! Ens coneixem Gemma?
ResponEliminaalbert
Bones !
ResponEliminano ens coneixem pero buscant he trobat aquesta pàgina que m'ha fet somiar una micaaaa abans de marxar...
em recomanas algun llibre ? i la músicaa ?
Gemma
increibles fotos!!!
ResponElimina