dilluns, 11 de gener del 2010

LAS HIENAS DE HARAR



..."Llegamos a Harar hace un par de días. Vinimos en transporte público ilegal, una vieja furgoneta conducida por un joven nervioso que no soltó el pie del acelerador hasta medio camino, dónde paramos a comer, y luego prosiguió la marcha frenética hasta el destino final (la arrancada desde fuera el recinto de la estación de Addis, aún de noche, fue de película). El trayecto duró unas 11 horas, y yo lo pasé especialmente mal, ya que me levanté con unas anginas que casi me dejan un par de días más en la capital.

Harar es un pueblo muy acogedor situado al este de Etiopía, la estructura es de estilo árabe, con calles pendientes y estrechas. La religión que predomina es la musulmana. Un muro de cuatro metros de altura protege la ciudad, que sigue creciendo, no lentamente, por fuera de dicha muralla.

Dormimos en casa de Amir (su apodo es Sam), un conocido local de mi compañera de viaje Cristina. Se conocieron en un viaje que ella misma hizo tan sólo un par de meses antes con otra colega española. Su vivienda se trataba de una casa también de estilo árabe y tenía en su interior, una habitación llena de joyas y antiguedades locales, se trataba del negocio familiar; la tienda para turistas más cotizada de la zona. En la mayor sala de la casa, una habitación forrada de alfombras, un televisor, algunas fotografías colgando de la pared y poco más, se reunen a diario una decena de amigos de Amir para masticar las estimuladoras hojas verdes que tanto circulan por el país, mientras se pasan la pipa de la paz y beben café o té a pequeños sorbos. Éste es el pan de cada día en casa del "Boss", cómo también se le conoce a Amir.

La primera noche fuimos a ver todo un espectáculo privado afuera de las murallas. Un hombre alimentando a un grupo de hienas, que sucumbian a sus ordenes y devoraban trozos de carne cruda de su propia mano entre risitas. Algo realmente único de ver!"...




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